Ahora, la oscuridad
El cadáver yacía
esparcido por el viento.
Miríadas de luciérnaga
impregnando cada superficie,
desapercibidas
entre el hollar de millones.
Ni siquiera cuando reventó
hubo alguien
que presenciara
su nimia explosión de luz.
¿Qué titilar fue su vida minúscula?
¿Qué la hizo estallar cual ínfima supernova?
¿Fue la rabia? ¿Fue el odio?
¿Los anhelos insatisfechos, tal vez?
¿Fue todo lo que le ardía dentro
que jamás pudo compartir?
¿Fue la soledad lo que le quemaba
tan fuerte
tan fuerte
tan desoladoramente
que le explotaron
las diminutas entrañas?
Élitros para volar
y un destello en el vientre
para escindir la penumbra.
¿Qué más podría necesitar?
El misterio no fue tal para nadie.
Nunca hubo quien.
Solo el silencio.
Y ahora,
la oscuridad.