lunes, 24 de julio de 2017

Anhelo Añejo



Anhelo Añejo 
Colgada en el firmamento
ha quedado la medianoche olvidada,
en tanto que en este rostro desierto
han florecido lágrimas de plata.

¿Quién se halla más lejos:
las exiguas estrellas, antiguas,
a miles de años luz de distancia;
o sea quizás esta carcasa oxidada,
a donde el pálido viento ha acudido
a mecer el cúmulo humillado de llagas?

Existen, por debajo de las costras
y las vísceras supuradas,
arroyos secretos y lentos,
que portan en sus tímidas corrientes
luces quiméricas, y un susurro suave,
inaudible, que en la noche oscura canta y canta.

E incluso si su voz se ha vuelto ronca
y las aguas se han tornado turbias
y el sueño de la claridad ha perdido
el lustre de lo bello;
e incluso si las cicatrices
cuya impronta han dejado
el Mundo Flotante
y la Ciudad sin Amor
hollan y mellan a partir de ahora y para siempre
los ilusos arroyos que apenas fluyen ya
por debajo de las laceraciones y las fallas,
el susurro suave persiste y canta
una melodía sorda e insuficiente,
frente a un público que ha olvidado
cómo escuchar el alma.

El susurro que persiste,
que nadie escucha,
pero aun así, canta,
núcleo de todo lo puro y auténtico,
temblorosa sensibilidad a lo sublime,
y dolorosa ingenuidad de esperanza,
narra la épica de un deseo imposible,
para todos mundano y transitado,
mas inalcanzable e inaprehensible
para este atrofiado corazón humano.

¿Pasarán los años,
y fenecerá esta vida
insulsa e incompleta,
prisionera de un sueño viejo,
inocente, y a ella vedado?

¿Qué será de este anhelo añejo
cuando se sequen los arroyos
y muera para siempre su canto?