El Aroma de los Colores
A
veces, traducimos
el
aroma de los colores
sin
darnos cuenta.
El
color del estío se transmuta
en
sudor que resbala por el cuello,
y el
frío, en el invierno yermo
de
nuestros pensamientos.
Enfermos terminales la mayor parte del tiempo,
deambulamos
como sonámbulos del día,
con
los sentidos cerrados al palpitar del universo.
¡Qué
fácil es así
no
darnos cuenta
de
cuán profundo caemos!
Sin
un fondo contra el que estrellarnos,
podemos
caer eternamente,
mientras
fingimos que volamos.
¿Cuándo
nos convertimos en esto?
¿De
qué horrible crimen escapamos?
¿Vivir?
Qué carga tan pesada.
Mejor
soñamos que vivimos
y
nos desentendemos de esta nada.
Bloques
de litio y silicio
se
precipitan al vacío trémulo.
Creen
que las alongadas ecuaciones
de
las que dependen sus maquinales existencias
serán
capaces de sostenerlos indefinidamente,
ciegos
al hecho de que no son más que meras cadenas,
y
ellos, presas fáciles de una realidad lógica e impuesta.
Y en
este ahogarse interrumpido
que
es querer vivir, vivir,
cuando
simplemente estamos muriendo,
qué
honorable es eso,
morir,
por
unos ideales prefabricados.
Qué
honorable morir,
sacrificados
con ilusión al poder
del
humo, de las posesiones brillantes, del cemento.
La
aniquilación del instinto
va
pareja a la muerte del espíritu,
me
revela, triste, el viento.
¿Acaso
existe alguien a quien ahora concierna
la
intuición sutil de la inutilidad de la existencia?
¿Acaso
existe alguien a quien ahora concierna
el
aguijonazo en el corazón previo a la tragedia?
Nos sepultamos con gusto,
a
paladas enérgicas y desalmadas,
en
este mar de lombrices y de lodo,
bajo
la reluciente sonrisa de las vitrinas colmadas.
¿Dónde
quedó la magia?
¿Dónde
quedó la magia del lenguaje de los cuerpos?
¿Y
el canto estremecedor de las plantas?
¿Dónde
quedó el corazón?
Lo devoraron las ratas. Unas ratas huecas y
metálicas.
Pero,
¿a quién le importa?
Nuestro
interior vacío es sólo hogar
para
polillas y cucarachas.
Mas,
¿a quién le importa,
si
el coche nuevo espera, flamante,
en
la entrada de nuestra casa?
¿Si
tenemos todas las prendas necesarias
para
suplir ese vacío infestado de polillas y cucarachas?
Todos
esos sabios muertos—
y
tanto fútil cantamañanas…
En
la vorágine de las civilizaciones,
que
una vez nos dieron un origen y un destino,
hemos
acabado engulléndonos a dentelladas.
¿Qué nos queda?
"Somos
humanos, y el resto no es nada",
es
la salmodia grabada a fuego en nuestras entrañas.
Somos
humanos.
¿Qué
significa eso?
Antes,
poco.
Y
ahora, nada.
Olvidamos.
Queremos olvidar que
un
día, con los cabellos enmarañados
y un
gruñido atávico en la garganta,
tuvimos
los ojos abiertos
y el
corazón diáfano.
Y
sin embargo ahora, ¿qué absurda quimera
es
ésa del corazón, de los instintos,
si
no hemos hecho más que obviarlos y arrollarlos?
Amputados
por dentro,
nuestras
emociones e intuiciones
extinguiéndose
en esta charada
que
tenemos por vida,
y que
no es más que muerte edulcorada.
Qué
cansancio. Cuánta desesperanza…
Es entonces
cuando, sin darnos cuenta,
traducimos
el aroma de los colores
que
nos trae una súbita ráfaga,
y damos
a luz un desangelado poema—
Lágrimas
tibias en noches desveladas.