Fantasmas
La niebla se alza en la soledad del páramo amortajado.
Horas silenciosas que se deslizan en vano.
Títeres amados de sonrisas clavadas al rostro
que ocultan puñales obviados por el ojo.
Giran las ruletas renqueantes del destino,
revelando el temido espejo dormido.
Sus iris desgastados, tercos y obstinados,
reniegan del reflejo, pero observan espantados.
Tras la desvaída silueta de su figura opaca,
surgen autómatas que se deshacen en nieve
y exhalan miradas
compactas e inertes,
que congelan el páramo y la pureza del alma.
Las miradas, concretas e hirientes,
dulces e indiferentes, se congregan
en el corazón del páramo nevado,
donde la tierra se agrieta, y pesan
en el fondo del erial extenuado.
Pasan sombras, se arrastran luces tenebrosas.
Surge entonces el diminuto brote del lirio,
incapaz de florecer en medio del caos y del delirio.
Vagan sombras, prenden exiguas antorchas.
Los iris arrasados, rotos y apenados,
se estremecen al contemplar el reflejo
inmisericorde que ahonda en el daño.
Una campana de cristal ha surgido en el reflejo,
sobre el brote de lirio blanco,
un refugio insospechado
para huir de la gélida negrura del hielo.
Las garras de tinieblas oprimen el vidrio,
mas, bajo la campana del lirio,
ya no pueden apresarlo sus cuchillos.
Y el tierno capullo aguarda su destino,
con la calma del que ya se sabe vencido.
Mas, bajo la opresiva penumbra reinante,
una tímida luz resplandece en lontananza,
llena de misteriosos halos y esperanzas vacuas.
Ella quiere correr hacia el horizonte,
y no se da cuenta de que escapa a la oscuridad,
una lágrima cayendo a perpetuidad
en la trampa que la sonrisa esconde.
Los iris agotados contemplan el reflejo,
que tiñe de miedo sus pupilas
y llena de escalofríos su cuerpo.
El brote de lirio derrotado en la oscuridad
del páramo, baila al son que los monstruos
le negaron, hasta que, temeroso,
se detiene al escuchar unos sollozos gritar
de pánico, y el capullo acobardado
recuerda por quién se halla doblegado.
recuerda por quién se halla doblegado.
Sombras que trasiegan.
Suspiros que envenenan.
Gemidos que anhelan.
Formas que parpadean.
Los iris devastados apartan la mirada
y recuerdan que el
espejo carece de realidad.
Despiertan a la refulgente verdad
y someten al reflejo que remueve el pasado.
Y descreen las difusas imágenes que solo muestran
sombras enjauladas que codician iris angustiados.
Son aquello que siempre los atormentará:
Fantasmas, envueltos en el manto del recuerdo.
Fantasmas, que cargan con su condena al cuello.
Fantasmas que martirizan su existencia en secreto.
Fantasmas, fantasmas, fantasmas,
terroríficos fantasmas.
Fantasmas que nunca han muerto.
By: Kµ®£Nåi
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