Anhelo Añejo
Colgada en
el firmamento
ha quedado
la medianoche olvidada,
en tanto que
en este rostro desierto
han
florecido lágrimas de plata.
¿Quién se
halla más lejos:
las exiguas
estrellas, antiguas,
a miles de
años luz de distancia;
o sea quizás
esta carcasa oxidada,
a donde el
pálido viento ha acudido
a mecer el
cúmulo humillado de llagas?
Existen, por
debajo de las costras
y las
vísceras supuradas,
arroyos
secretos y lentos,
que portan
en sus tímidas corrientes
luces
quiméricas, y un susurro suave,
inaudible,
que en la noche oscura canta y canta.
E incluso si
su voz se ha vuelto ronca
y las aguas
se han tornado turbias
y el sueño
de la claridad ha perdido
el lustre de
lo bello;
e incluso si
las cicatrices
cuya
impronta han dejado
el Mundo Flotante
y la Ciudad
sin Amor
hollan y
mellan a partir de ahora y para siempre
los ilusos
arroyos que apenas fluyen ya
por debajo
de las laceraciones y las fallas,
el susurro
suave persiste y canta
una melodía
sorda e insuficiente,
frente a un
público que ha olvidado
cómo
escuchar el alma.
El susurro
que persiste,
que nadie
escucha,
pero aun
así, canta,
núcleo de
todo lo puro y auténtico,
temblorosa
sensibilidad a lo sublime,
y dolorosa
ingenuidad de esperanza,
narra la
épica de un deseo imposible,
para todos
mundano y transitado,
mas
inalcanzable e inaprehensible
para este atrofiado
corazón humano.
¿Pasarán los
años,
y fenecerá
esta vida
insulsa e
incompleta,
prisionera
de un sueño viejo,
inocente, y a
ella vedado?
¿Qué será de
este anhelo añejo
cuando se sequen
los arroyos
y muera para
siempre su canto?
No hay comentarios:
Publicar un comentario