jueves, 15 de marzo de 2018

Al final del invierno


Al final del invierno

Agostada por el calor del estío,
la maltrecha y derrotada Vida
hiberna al helor del invierno.

Sepultada bajo el peso ineludible de la tierra,
bajo la liviandad marchita de las hojas secas,
bajo los restos de infinidad de lunas de insomnio
y soles de apatía,
la Vida no muere,
tan sólo dormita.

Y las raíces del mundo,
ocultas y esquivas,
acuden a arrullar su pulso detenido,
a acunar su seno y a renovar su energía.

Largos meses de eriales silenciosos,
noches eternas de congoja fría,
y monstruos que vagan temerosos
a la gélida luz de las estrellas límpidas.

Mas todo ello,
dolor carcomido,
luz menguante,
y voluntad entumecida,
llega a su fin.

Al final del invierno,
brotes.
Tímidos y fuertes,
revelan sus bulbos verdes
al repiqueteo de la lluvia
que derrite el hielo,
que arrolla y purifica,
y vence al tiempo.

Al final del invierno.
Brotes. Lluvia.
Y un despertar nuevo.



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