Magia extinta
Me ha crecido un bosque de zarzas
en las costillas,
que estrangula mi corazón
y trepa por el interior de mi garganta
nublando el sonido de mi voz.
Por eso, parece que callo cuando hablo.
Y hablo más cuanto más callo.
Sin embargo, hay que saber de abismos
y de embrujos para notarlo.
Que no todos saben.
Que casi nadie sabe.
Yo aún no te conozco.
Entre la razón y la pasión se abre un espacio
inmaculado que es el baluarte de mi dicha.
Llámalo espejismo, llámalo ilusión,
entelequia, delirio, o ensueño.
Llámalo como tú quieras,
que yo lo llamaré Fantasía.
Tú, que vives de espaldas a las quimeras,
que te contentas con la realidad a secas,
sin lenitivos, sin arabescos, y sin poemas,
¿no echas nunca en falta el chispazo
eléctrico que de niño te hacía acostarte
temprano, ojos sellados,
y agitada mente en efervescencia
de sólo imaginarte a unos seres mágicos
depositando regalos al otro lado
de la puerta?
¿No echas nunca en falta
el aleteo de la anticipación,
que se avivaba al posarse
en espumillones y luces brillantes
que transformaban tu hogar
en morada de estrellas fugaces?
La magia...
Dime, ¿dónde quedó la magia?
Tu encogimiento de hombros
me crea un nudo en el filo de la boca.
Me dices: <<Es sólo nostalgia.>>
Yo oigo: <<No es necesaria.>>
Tú no concibes otro mundo que este teatro descafeinado,
redundante y tirano,
y a mí, que me crece un bosque de zarzas en las costillas
por tratar de mantener vivo el aliento de lo imposible
y el asombro a las maravillas,
me duele en la raíz de los sueños lo que has abandonado.
No existe lustre sobrenatural en tu mirada.
Ya no rozan tus sueños los astros
como los míos.
Ya no hay dragones, ni hechizos, ni guirnaldas.
Ya no hay anhelos de luces brillantes ni de hadas.
No existe en tu vida la llama de lo que no existe.
Mas tampoco bosque de zarzas.
Así y todo, me duelo por lo que has perdido
y yo tengo.
Lamento en el alma no compartirlo.
Adiós a aquello que has olvidado.
Adiós a aquello que da luz a mis días.
Infancia perdida.
Magia extinta.
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