Los papeles de la soledad
Demasiado tiempo libre
cuando no tienes nada que hacer
ni nadie con quien compartir
esa tarde de sábado que se alarga
insoportablemente
y repta como una boa que te asfixia,
y boqueas,
y luchas,
y te espantas.
Buscas auxilio frenéticamente
escribiendo en servilletas de cafetería
palabras desesperadas.
Ya sabes que nadie va a leerlas.
Ya das por perdida la batalla.
Tus armas son patéticas e inútiles.
La boa te constriñe el cuello
y no te suelta,
por muchos versos que inventes,
por mucho lamento silente
que alumbres.
Ninguna servilleta de papel
va a acabar con las horas de soledad
que te despojan del aire.
Te aterran la agonía del tedio
y la futilidad de idear actividades
con que matar los minutos
para sentirte menos sola.
La alegría del estío estalla y reverbera
en la muchedumbre de la calle
y en las mesas cercanas.
Disfrutan a borbotones del momento,
pero a ti la vida no te echa en falta.
El oxígeno se extingue.
Te apagas.
Y, en el final, tus ojos de vidrio
reflejarán el ocaso tardío —tan tardío— de verano,
transparentes y huecos,
incapaces de sobrevivir a la
estrangulación del tiempo que pasa
sin compañía,
sin vida.
Sin esperanza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario