Ven, Enséñame tu Belleza
Ven,
enséñame tu belleza
hasta que la luz
del día fenezca.
Enséñame tu
mirada ancha,
que envuelve
el mundo entero,
lo acaricia
sin disturbarlo
y lo acepta
sin reservas.
Enséñame tus
manos sabias,
que cruzan
serenas el tiempo,
y me abarcan
tierna y entera,
desde la
punta traviesa de mis sueños,
hasta la
oscura comisura de mis flaquezas.
Ven y
enséñame esa larga risa tuya,
torrente
sumergido de aguas mágicas,
bálsamo
reparador que cierra todas las heridas
y a
luminosos amaneceres abre puertas.
Ven,
enséñame tu belleza,
hasta que la
luz del día fenezca.
Hasta que la
luz del día fenezca…
Y entonces…
Que hierva
la luna,
que hierva
la luna rebosante y plena,
y que derrame su tenue resplandor templado,
y que cubra
a todos los seres.
Que cubra la
tierra enardecida,
que cubra el
dolor de la esencia,
que cubra
toda condición.
Pero, sobre
todo,
que cubra,
genuina y auténtica,
a los
amantes arrebatados
que han
hecho de esta noche silenciosa
el lecho
cómplice de su entrega.
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