domingo, 24 de julio de 2016

Huesos Huecos; Alas de Pájaro


Huesos Huecos; Alas de Pájaro
Huesos huecos.
Alas de pájaro.

De la distancia que fenece
sutilmente con el tiempo,
ella sabe mucho.
Lo sabe, en el interior de sus huesos vacíos,
y en su conciencia surcada por el vuelo.

Tiene alas de pájaro,
sobrecarga de renuncias,
y pequeño corazón acongojado.

Ella está sola.
Siempre lo ha estado.
Compartiendo su vida
con la eficiente gravedad
de los humanos.

Huesos huecos.
Alas de pájaro.

Siempre quiso romper a volar triunfalmente,
corriendo y dejándose caer desde lo imposible del acantilado,
y, al final, lo único que se rompió
fueron sus propias alas,
atrofiadas de desilusiones y de espanto.

Huesos huecos.
Alas de pájaro.

Ella sobrevive en un entorno hostil a base de obstinación,
lúdicas quimeras que juegan aéreas en paisajes de encanto,
y emplumados dragones de cuento robados,
uno por uno, de las antiguas historias
que ya nadie recuerda,
pero que un día se narraron.

A duras penas sobrevive, esclava
y aplastada bajo el peso de cadenas de óxido
y de ocre diligencia obligada,
que sus frágiles huesos de paloma no aguantan.

Huesos huecos.
Alas de pájaro.

Ama por encima de todo la suavidad y la quietud
del color malva del cielo en los anocheceres de verano,
y así, malvas como tales crepúsculos,
son también las comisuras de sus afilados ojos,
al igual que las serenas curvas de sus labios apagados.

Cuando duerme y sueña,
su mirada de pequeña rapaz norteña
se sublima de vastísimos cielos imaginarios
que jamás vio, pues ya ni uno sólo queda.

Ofrécele entonces un límpido celeste,
y ella te regalará el canto dulce
de la aurora que se cierne por Poniente.

Cuando no duerme, y su espíritu anhela,
su frágil pecho de leal golondrina
se ensancha con los traviesos vientos del Levante,
con las estelas vivaces que producen corrientes,
y hacen volar en torbellinos arena, hojas, aves,
y corazones peregrinos desatados al fin de sus cordeles.

Huesos huecos.
Alas de pájaro.
¿Es de la vida la insensibilidad
que sus plumas zahiere;
o es a la calamidad del hombre
a lo que su plumaje devastado se debe?

Plumas raquíticas
en alas arruinadas.
Por mucho que quisiera abrir sus alas 
salvajemente al viento,
jamás podrían éstas desplegarse 
y soportar su ligereza condenada.

Huesos huecos.
Alas de pájaro.

Ella aprendió de las personas su lenguaje,
estudió y comprendió sus dolorosas palabras,
y sin embargo, por más que hablase con sus lenguas,
jamás consiguió con ellas tocar ni una siquiera de sus almas.

Se desesperaba, ella, que convivía con los humanos,
única en su condición, atrapada en sus existencias ajetreadas.
Se mutilaba, ella, apresada irremediablemente a la tierra,
todo su ser más famélico de cielos abiertos que de ojos hermanos.

Nadie volaba en el mundo de la gente.
Nadie le cantaba a la poesía del Sol naciente en la madrugada.
Nadie se detenía a escuchar sus graznidos de soledad,
más piadosa ésta a cada Luna que menguaba.

Huesos huecos.
Alas de pájaro.

Ella está sola.
Siempre lo ha estado.
Contemplando el firmamento
rociado de titilantes estrellas,
que jamás será la morada de su hado.

Huesos huecos.
Alas de pájaro.
Cuerpo de mujer.
Corazón constelado.

Ella, que pudo volar, mas no la dejaron,
vive en nocivos sueños terrenos,
truncadas sus alas por el ardid humano.