viernes, 23 de julio de 2021

Ser mar


Ser mar

Se tumbó sobre las olas y se dejó mecer por el lecho de agua. Tenía las orejas sumergidas, y los sonidos del mundo le llegaban extrañamente amortiguados, agradablemente lejanos. Miraba el cielo, pues todo era cielo, añil y límpido, y le parecía que no estaba allí, que no existía nada más que ese azul infinito y brillante que lo envolvía todo. Supo lo que era, no existir. Y le gustó.

El mar batía suavemente contra su cuerpo, arropándolo entre sus aguas, y el manso vaivén se llevó todos sus recuerdos y lamentaciones. Se olvidó de la fecha y del año. Atrás quedó su nombre. Atrás quedó su carga. Flotaba en el mar, casi tan ingrávida como si volara. Se imaginó siendo arrastrada océano adentro, y no sintió miedo. Llegó a desearla, incluso. La deriva. Si tan solo la deriva fuese siempre tan azul y tan pacífica...

Hacía el muerto sobre las olas, por fin había aprendido a recostar la cabeza serenamente sobre el agua, sin temor a hundirse, o a ahogarse, o a estrellarse contra las rocas. Había entendido de golpegolpe apacible y marino muchas cosas.

Su cuerpo fundido en el océano, el leve olor a salitre y algas, el sonido de las olas y las gaviotas como desde un país lejano. El azul inconmensurable que estallaba en sus ojos. Ese azul...

No pensar.

El mar, qué significa.

Que venga lo que tenga que venir.

Nunca había existido tan poco.

Nunca había existido tanto como en esa breve pausa indeleble, apenas un instante de un verano entre tantos y tantos.