domingo, 26 de enero de 2014

Me ha caído una Palabra en los Labios



Me ha caído una Palabra en los Labios

Me ha caído una palabra en los labios,
cual tenue gota de lluvia humedeciendo
los momentos intoxicados en tu presencia
obsoleta, que destruye universos
y tienta a poetas.

Tú.

Tú siempre estás en mis sueños:
Inconmovible, como la bahía rocosa sobre la que rompen las olas.
Inevitable, como el frío mar al que desembocan todos los ríos.
Infinito, como el océano omnipresente que nos arropa tranquilo.

Yo me precipito como las piedras:
a plomo, inconsciente,
sin percatarme siquiera,
para luego fracturarme en la caída
y arrepentirme en lamentaciones dispersas.

¿No es extraño que mis dedos
viajen más rápido que las palabras?
Te alcanzan en una fracción de segundo,
mientras éstas no hallan la forma de escalar mi garganta.

"Avanzas, retrocedes,
te retiras, atacas.
Conquistas y pierdes."

Engaños. Patrañas.
Embustes de consuelo
para aquéllos
que no lograron
el objeto de su anhelo.

No, no es una batalla el amor.
Es dolor.
Es inmolación.

No, no es una batalla el amor.
Es suplicio disparatado.
Es el fallido canto de una alondra
que jamás fue escuchado.

No, no es una batalla el amor.
Es sucumbir al cambio.
Es levantarse cada mañana
con un adiós en los labios.

No es una batalla el amor.
Es rendición eterna.
Es suspirar cada noche de insomnio
por recordar el calor de tu presencia. 

Es temor a sentimientos descubiertos
y alma vapuleada.
Es recuperar el sonido de mis latidos
cada vez que me acarician tus palabras.

Es buscar un motivo
y no pensar en nada.
Es querer deshojar los pétalos
y olvidarte el corazón en casa.

Es estar dispuesta
a sublimarme los oídos con tu voz.
Es estar dispuesta
a cualquier roce tuyo que arrase mi piel,
para estallar en combustión.

¿No me sientes?
¿Acaso no te sorprende
el fulgor
de este sentimiento incandescente?

Tal vez no.
Tal vez no me sientes.
Tal vez no posea el coraje
de revelarte lo que atenaza mi mente.

Mas, ¿cómo hacerlo, oh, cómo hacerlo?
¿Cómo entregarte mi corazón por entero?
¿Cómo dejarte entrar
si nunca nadie lo ha hecho?

¿Por qué? Oh, ¿para qué?
¿Para extrañarte aun más
mientras te alejas?
¿Para sentir cómo se desvanece
esa luz que surge de tu esencia,
dejándome sola, buscando a tientas?

¿Qué sentido tiene?
¿Qué sentido tiene
echar de menos
abrazos imaginarios?
¿Qué sentido tiene,
si ya no queda tiempo
para asimilarnos?

Y, sin embargo, por más que lo desee,
sé que no puedo romper el encanto
de tu extraordinaria sonrisa que provoca,
que hechiza a hipnotistas,
y despierta en mí sed de tu boca.

¿Por qué, oh, dime tú, por qué
no puedo dejar de seguirte con la mirada?
¿Por qué, oh, por qué la noche de tus ojos
aparece repleta de estrellas
que encandilan mis pupilas subyugadas?

¿Por qué este temor a perderte,
si siempre lo he sabido,
siempre, y aun así,
albergaba esperanzas?

Después de todo,
a pesar de todo, permaneces en mis fantasías.
Pues tu nombre sonaba demasiado bien,
y yo odiaba las despedidas.

Por eso, cuando todo haya acabado,
y, cual garza peregrina, hayas migrado,
evoca en tu corazón estas palabras
que para ti jamás habré pronunciado:

En el culmen infinito de tus pupilas curiosas,
en el misterio inmortal de tus iris exóticos,
puede que te percates de un reflejo acuoso
que la sombra de tus ojos nunca abandona.
Ése reflejo —siempre—, ése reflejo,
ésa,
soy yo.

By: Kµ®£Nåi

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