jueves, 26 de junio de 2014

Gélida


Gélida

Shh.
Shh.
Déjame pensar en ti
en calma.
Déjame estar contigo
en soledad.
Shh.
Shh.

Cuando tocabas,
reías,
inesperada corriente
de aguas tibias,
salpicando de color
desconocido
mis mejillas.
<<Me he equivocado>>,
decías.
<<Eso era La en vez de Do>>,
te corregías.
Un sinsentido para mí.
¿Qué más daba si era La o Do,
Fa o Re?
¿Qué más daba,
si para mí todas tus notas
eran Sol?
¿Qué más daba la duración
de tus silencios,
si para mí todos eran una laguna
de una paz inmensa, inmensa,
como ninguna sobre la faz de la Tierra?

Entonces yo no sabía,
(pero tú siempre supiste),
que la calma precede
a la tormenta arrasadora.
Yo no lo sabía,
pero lo aprendí a fuerza
de miradas escurridizas
y cortantes labios de piedra.
Lo único de lo que nunca,
(ni aun hoy),
te diste cuenta
 es de que
incluso un corazón inerte,
pútrido y extinto
como el mío
es tan capaz de identificar
un contacto hueco,
un abrazo hipócrita,
una mentira ,
como uno que está vivo.

Pensabas en calaveras
cuando me desnudabas
con tus ojos esquivos
de dragón dormido.
Pensabas en exequias
cuando me recorrías
con esos largos dedos tuyos
que, (ahora lo sé),
jamás fueron compasivos.
Pensabas, pero no en mí;
tu compañía vana
esforzándose en promesas
yertas que aspiraban
a robar el secreto
de la inmortalidad
que exhalan mis entrañas.
¿Y yo?
Yo pensaba en estrellas
melodiosas de media tarde.
Pensaba en latidos de colibrí,
raudos y dolorosamente brillantes.
Pensaba en vendavales y castillos
de naipes.
Pensaba en lunas lejanas,
donde no fuera tan difícil
amarte.

Shh.
Shh.
No hago apenas ruido,
pero los sauces me increpan,
exigiéndome sigilo.
Shh.
Shh.
Deslizo los pies sobre
el parqué crepitante.
Shh.
Shh.
¿Recuerdas
pies descalzos
frente a calcetines
mojados?
Shh.
Shh.
No. ¡No!
¡No recuerdes,
olvídalo todo!
Bórralo, destrúyelo,
suprímelo, calcínalo.
Lo que sea,
pero elimínalo.
Cualquier recuerdo,
todos los recuerdos.
Y si recuerdas algo,
que no sea el tiempo.
Y si recuerdas algo,
que sea mi promesa,
hecha a partir de todos
mis pedazos.
Yo soy la Gélida Doncella,
y tú, al final de ese efímero
(¡y tan humano!) "siempre",
te entregarás a mí.
Tal vez supliques.
Tal vez te arrodilles
 y me implores, llores, ruegues,
maldigas, impreques.
Tal vez me odies.
Sí, tal vez me odies,
pero jamás tanto como
yo a ti, como yo a ti...
Y te entregarás a mí,
inevitablemente,
inexorablemente,
y te destruiré,
te destrozaré, te disolveré.
Sí…
Shh.
Shh.
Sí…
Voy a acabar contigo.
Shh.
Shh.
Ya llega, ya…
Shh.
Shh.
Para poder pensar en ti
en calma.
Shh.
Shh.
Para poder estar contigo
en soledad.
Shh…


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