lunes, 9 de julio de 2018

Girasol


Girasol
Ya no sé qué ser. Qué soy.
No un lirio blanco, desde luego.
Probablemente un girasol.
Eso dicen.
Pero a mí nunca me han gustado los girasoles.
Y no puedo vivir así, aquí.
Nunca me han gustado los girasoles.
Qué engañados estáis todos.
Y me di la espalda, y nunca volví.
Y se va resecando desde el tallo,
resecando con languidez y sin remedio.
¿No es mejor así?
Pero duele, y ha dolido durante tanto tiempo…
¿Qué sentido tiene?
Y me fui, y nunca supe regresar.
¿Cómo saluda un girasol marchito?
No hay espacio para un plantón baldío.
Ni aquí, ni allí, ni en ningún sitio.
Abrazada a las quimeras,
ni siquiera supe pedir auxilio.
¿Qué hay más allá del Sol?
Vacío y frío. Mucho frío.
No es suficiente. Nunca es suficiente.
Y tú, que no sabías que los girasoles podían morder,
te llevaste las manos heridas a la boca.
Y te llevaste lejos tu presencia inmisericorde.
Pero presencia, al fin y al cabo.
Quizás no haya más girasoles ahí fuera.
Pero a mí nunca me han gustado los girasoles, de todas formas.

Se marchita.
¿Adónde he ido?




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